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Esencia funeraria de los Californios de Baja California Sur

  • Foto del escritor: Epónimo
    Epónimo
  • 21 nov 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 30 nov 2023


Existen evidencias, sobre cómo los indígenas de Los Cabos y La Paz, de Baja California Sur,

Enterraban a sus muertos; varias de las “tumbas” encontradas, se calculan que corresponden hacia el año de 5500 a.C. y para el final de la época misional jesuita en 1768 d.C.

“Este intervalo se ha dividido en dos periodos culturales, el Cazador, en el que la organización social estaba constituida por pequeñas bandas de individuos emparentados que actuaban de manera independiente (5500 a.C.-1100 d.C.), y el Recolector de Moluscos (1100 d.C. hasta el ya señalado 1768 d.C.), cuando se dio la unión de las antiguas bandas para formar agrupaciones de mayor tamaño, sin que hubiera cambios en sus estrategias de vida, pues siguieron siendo cazadores-recolectores-pescadores que se mudaban continuamente de lugar.” Menciona la Revista Arqueología Mexicana.

Se han encontrado, dos sitios de inhumación, es decir, enterrar a un cadáver en determinados lugares específicos para enterrar. El primero y más antiguo, está ubicado en las playas, pero no en todas, solo en aquellas que poseían las mejores condiciones para vivir, pues no había zonas reservadas para enterrar cadáveres.

El segundo, son las elevaciones de los cerros, ya sea cerca de la costa o en el interior de las sierras; los sitios funerarios fueron pequeños lugares rocosos y cuevas que permanecían ocultos, no había forma de distinguirlos entre la multitud de lugares similares del entorno. No importaba si había o no coincidencia con la riqueza del ambiente natural, pues al parecer el objetivo principal era esconder a los antepasados.

Cuando alguien moría se procedía a un protocolo funerario, es decir, un ritual, en el cual, el cuerpo era puesto en posición flexionada, se le envolvía o amortajaba con pieles de animal (venado frecuentemente), en ocasiones se le colocaban algunas de sus pertenencias y se le ataba fuertemente. Si la inhumación ocurría en la playa se cavaba una fosa de poca profundidad de 45 a 60 cm aproximadamente, se preparaba una mezcla de arena, ceniza, pequeños fragmentos de carbón, algunas conchas enteras y fragmentadas; parte de la mezcla se colocaba en el fondo de la fosa, se depositaba el bulto mortuorio, se vaciaba el resto de la mezcla y finalmente se rellenaba con la tierra removida.

Cuando la sepultura ocurría en zonas rocosas o cuevas, el cuerpo era colocado al centro y si había suficiente tierra se cavaba una fosa, se depositaba al difunto y se cubría con la tierra removida; en caso de que el sitio no fuera profundo, lo que sobresalía era cubierto con rocas de pequeño y mediano tamaño.


“Como en otras poblaciones nómadas de cazadores- recolectores, no había una predilección asociada al sexo o la edad, todos se enterraban de forma flexionada. La forma en que se colocaban los cuerpos variaba: acostados del lado derecho, del izquierdo, boca abajo o boca arriba; la orientación del cuerpo tampoco importaba, independientemente del eje que fuera elegido: cráneo, pies, dirección del facial, frente del tórax u otras; si había objetos asociados eran de uso personal, no hubo fabricación de objetos funerarios ex profeso. Tales condiciones se repitieron en los otros tipos de entierros.” Fragmento de la revista Arqueología mexicana

Además, en 1991 se encontró una nueva forma de inhumación en el sitio arqueológico El Conchalito, en La Paz, capital de Baja California Sur.

“Se trataba de cuerpos que presentaban evidencias de haber sido manipulados en estado de putrefacción. Se encontró, un esqueleto de un individuo masculino de 30 a 35 años tenía separada la mitad del cuerpo arriba de la cadera, la cabeza, el tórax y ambas extremidades superiores formaban una unidad, la mitad inferior había sido trasladada hacia arriba del tórax en forma diagonal. Al buscar la forma en que había sido dividido el cuerpo, no se encontraron huellas que sugirieran la utilización de herramientas de corte. Conforme aumentó el número de entierros explorados, surgieron más ejemplos que mostraban que la separación y reacomodo anatómico era bastante variable; podía tratarse solo de la cabeza, alguna extremidad o varias regiones, incluso bastaba con modificar la estructura anatómica sin separar las extremidades; Había cráneos en posición vertical, cuando debían estar en forma lateral conforme al resto del cuerpo; esqueletos en dos posiciones incompatibles: la parte superior podía estar boca arriba y la inferior lateral del lado derecho o izquierdo. Cuando estas modificaciones se localizaron en otros sitios, y en diferentes temporalidades, se determinó que se trataba de una nueva práctica funeraria. En ella nunca se utilizaron herramientas de corte para llevar a cabo las alteraciones anatómicas, sino que fueron hechas de la siguiente forma: después de la primera inhumación se dejaba que el cuerpo entrara en avanzado estado de putrefacción –se esperaba entre seis y ocho meses–, después se regresaba a la fosa, se descubría el cadáver que ya tenía bastante debilitado el tejido blando – músculos, tendones y articulaciones–, de modo que lo hacía susceptible a una manipulación mecánica mediante giros y jalones, logrando con ello separar regiones corporales o bien darles otra disposición; proceso que fue verificado mediante experimentos con animales.” Fragmento de “Así morían los antiguos californios”.


La forma de inhumación más común en el sur de la península de Baja California, consiste en entierros humanos secundarios pintados con rojo ocre, envueltos en fibra u hoja de palma, atados con cordeles y depositados en cuevas de techo bajo.

En Baja California Sur, tiene dos especialistas en el área funeraria regional, ellos son:

· Alfonso Rosales López: Maestro en antropología física por la ENAH. Investigador del INAH. Se ha especializado en los estudios de costumbres funerarias en las poblaciones de Baja California Sur.
· Leticia C. Sánchez García: Licenciada en antropología física por la ENAH. Investigadora del Centro INAH Baja California Sur. Responsable de los materiales óseos humanos arqueológicos de Baja California Sur.

Ambos especialistas publicaron “Así morían los antiguos californios”, que contiene información muy ilustrativa sobre los ritos funerarios.
“Entre los testimonios de los misioneros jesuitas hay diversas referencias a las fiestas de los peninsulares para conmemorar a sus muertos y, aunque en general poco detalladas, en gran medida corresponden a las que realizaban los cochimíes. Miguel Venegas, por ejemplo, hizo referencia a que hacían figuras con ramas, cosa que repitió [Francisco Xavier] Clavijero, también en forma escueta, al escribir que honraban ‘la memoria de algunos difuntos colocando en la extremidad de una alta garrocha su figura groseramente formada de ramas’ Y que, junto a ella se ponía una guama a predicar sus alabanzas.” María Teresa Uriarte Castañeda, tesis “Las costumbres y los ritos funerarios de los indígenas en la Baja California”.

De una de las extensas relaciones que hizo el capitán Francisco de Ortega sobre sus exploraciones californianas, son estas noticias de la segunda estadía en La Paz durante diciembre de 1633:

“Trajeron al príncipe muerto y a su mujer e hijo a donde estaba su padre; y después de amortajados y puestos en sus andas, avisó el Bacarí [jefe guaycura de La Paz] a todas las poblaciones y rancherías más cercanas, y habiéndose juntado muy grande número de indios le estuvieron llorando de noche y de día, que se oía el llanto y gritería más de una legua; y habiendo estado tres días en las andas, llamó el Bacarí al capitán y a toda su gente y a los dos sacerdotes para que estuvieran presentes al enterrar a su hijo…

El Bacarí pidió al capitán les diera seis hachas de cortar madera; con ellas mandó a sus indios que cortaran los árboles a donde su hijo acostumbraba ponerse a la sombra, y taparon un camino por donde el Conichí (su hijo) acostumbraba a ir a una población…

Estos diez o doce días después del entierro se juntaron muchos indios de todas las islas y tierra firme; y estando todos estos indios juntos, haciendo llantos y exclamación por el príncipe muerto, se cortaron todos los cabellos, que de uso y costumbre, los traen largos hasta la cintura. Quedaron con el cabello corto, hicieron una lumbre y quemaron los dichos cabellos y todos se embijaron de negro…”

En la zona de El Conchalito, durante más de 50 años, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha realizado diversas excavaciones arqueológicas. Sin embargo, recientemente se descubrió información reveladora sobre las antiguas culturas que habitaron la región hace más de tres mil años.
 
 
 

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